martes, 31 de diciembre de 2019

IMPUESTOS, SON LOS IMPUESTOS


En estos días en que en Argentina conocemos los nuevos impuestos a los que estaremos sujetos, un breve repaso a algunos impuestos creativos aplicados por los gobernantes de turno. No hay nada nuevo bajo el sol. ¡O sí? Extraído de un artículo publicado en internet en Iprofesional en 2016.

Bajo tierra en Roma
"Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios", dijo Jesús a sus seguidores, según cuenta la Biblia. Sin embargo, algunos de los ciudadanos más acaudalados del Imperio Romano  decidieron que era mejor idea enterrar su dinero, sus joyas y los exclusivos muebles que pagar sus cuotas al César. Así, para poder recuperar después sus tesoros, era crucial recordar en qué punto los sepultaban. Pero no todos tuvieron la suficiente memoria, si se tiene presente el reciente descubrimiento de 70.000 monedas de la Edad de Hierro halladas en Jersey, una isla de 100.000 habitantes que depende de la corona británica y a la que se considera uno de los paraísos fiscales más antiguos.

Por los pelos en Rusia
Se cree que la gran aversión de Pedro I de Rusia hacia el vello facial, lo inspiró para que proclamara el impuesto a la barba en 1698. Durante siglos los hombres rusos lucieron largas barbas, pero el joven zar pensaba que ir bien afeitado y pulcro daba un aspecto más occidental y moderno.
A aquellos que desembolsaban los 100 rublos anuales correspondientes al impuesto de la barba recibían una medalla. En ella habían grabado: "La barba es una carga inútil". Pero era fácil dejar de pagar el impuesto: solo había que afeitarse.

Además del de la barba, hubo otros impuestos relacionados con el aspecto.

El Parlamento Británico puso en vigor una tasa aplicada a los sombreros en 1784. La evasión estaba penada con la muerte. Los fabricantes tenían que adquirir una licencia para hacer y vender sombreros, y 12 años después el Gobierno dispuso el impuesto sobre pelucas, lo que hizo que estos accesorios pasaran de moda.
Desesperado por reunir dinero para financiar la guerra contra Francia, el primer ministro británico William Pitt (desconocemos si era pariente de Brad) implementó nuevos impuestos, incluidos el aplicado al jabón, a los perros, a las velas, a los relojes de pared, a la seda y a las empleadas domésticas.

Ventanas "fantasma"
Los ricos tienen casas más grandes y, por lo tanto, más ventanas. Esa era la teoría detrás del impuesto a las ventanas de 1696 en Inglaterra.
Así, el recaudador de impuestos no tenía más que contar las ventanas para llevar a cabo su trabajo. Pero no siempre le era tan fácil. 

Quienes se negaban a pagar tal impuesto empezaron a tapiar sus ventanas. Incluso se convirtió en moda, señala John Whiting del Instituto Colegiado de Impuestos de Reino Unido. Todavía hoy quedan algunas cerradas con ladrillos.

Ladrillos extragrandes y fachadas ultraestrechas
No solo con el caso de las ventanas, los impuestos también han influido en el diseño de las casas de otra manera.
En la Gran Bretaña del siglo XVIII también se aplicaba una tasa al ladrillo en base a la cantidad utilizada para construir. Obviamente, los constructores empezaron a utilizarlos cada vez más grandes. Ante eso, el gobierno tuvo que imponer un tamaño máximo para los ladrillos.
Y es esa misma lógica la que está detrás de las estrechas casas de Nueva Orleans, EE.UU., conocidas como "shotgun houses" (casas escopeta).
El impuesto era proporcional a la anchura de la fachada, por lo que la de éstas no mide más de 3,5 metros.

Un impuesto incendiario
Basado en la premisa de que en una casa es más fácil contar el número de chimeneas que el número de personas que la habitan, en 1662 se aplicó en Inglaterra y Galés un impuesto a las chimeneas.
Con tal de no tener que pagar, algunas personas decidieron bloquear sus chimeneas o derribarlas, una fórmula de evasión fiscal que resultó un tanto riesgosa pues se cree que fue la causa de muchos incendios.

El impopular impuesto pasó por un momento difícil cuando la recién establecida Oficina de Chimeneas se quemó durante el Gran Incendio de Londres.

El peligro de jugar con los impuestos
En el siglo XVII, el rey Jacobo I de Inglaterra decidió imponer un impuesto al juego de cartas, el cual era considerado como un factor que impulsaba comportamientos indeseados al alentar la afición por los juegos de azar.
Un sello oficial impreso en el as de picas se convirtió entonces en la prueba de que el impuesto había sido pagado.
Ante esto, el fabricante de naipes John Blacklin tuvo la ocurrencia de omitir el as de picas del paquete de barajas para evitar pagar el impuesto y vender esa carta aparte.
Lamentablemente para él, su estratagema no fue bien apreciada por el jurado que se encargó de juzgarle por su ocurrencia y en 1805 fue condenado a muerte.
Un castigo ejemplar, para mostrarle a la población que con los impuestos no se juega. Nada ha cambiado.

El impuesto a las galletas de chocolate
Desde el punto de vista de la legislación actual en Reino Unido, las galletas y las tortas son productos básicos y no son sometidos a ningún impuesto. 

Sin embargo, las galletas cubiertas con chocolate son consideradas como un lujo, por lo que deben pagar la tasa máxima del tributo a las ventas. Lo mismo ocurre con las galletas de jengibre en figura de muñeco, sobre las que no se aplica ningún impuesto a las ventas si la figura tiene dos puntos de chocolate en el lugar de sus ojos. No obstante, cualquier añadido extra como botones o un cinturón, obligan al pago del impuesto, por lo que resulta más económico comprar muñequitos de jengibre sin chocolate.
¡Muy feliz 2020!

jueves, 23 de mayo de 2019

PLUMAS PESADAS



1977 o 1978. Pleno gobierno militar en Argentina. Nos (tenía un asistente que denominaremos Alberto) tocó trabajar en una auditoria operativa de una empresa ubicada a unos 85 Km de Buenos Aires. La zona era especialmente “roja”, debido a actividades que la guerrilla había allí desplegado, por lo que existía una fuerte presencia militar y policial en todos los caminos.

Para ejecutar ese trabajo Alberto y yo viajábamos todos los días en mi auto hasta las oficinas del cliente. Estábamos acostumbrados a las detenciones  en la ruta. Mostrar documentos de identidad, explicar hacia donde nos dirigíamos. Una mirada al baúl y la mejor cara de “chicos buenos”, nos permitieron siempre seguir hacia nuestro destino.
Ese día, algo cambió en la rutina. Cuando pasé a buscarlo muy temprano al muy somnoliento Alberto, que había estado “de parranda” la noche anterior, se apareció con una voluminosa jaula con dos palomas adentro. Ante mi lógica consulta, mi compañero me comentó que un amigo suyo era criador de palomas mensajeras, y que le solicitó llevarla consigo para soltarlas cerca de la empresa, como forma de entrenamiento (eran 85 Km) ya que pronto iban a participar en una competencia. Por supuesto, y sin pensarlo demasiado, le dije que no veía ningún problema en hacerlo.

Pusimos la jaula en la baulera del auto y emprendimos nuestro camino a nuestra asignación. Aproximadamente en el Km40 unos policías nos hicieron la señal de detención. Era un control rutinario, exhibimos nuestros documentos y los del auto, y mientras estábamos en el trámite, Alberto y yo comenzamos a escuchar (o eso nos parecía) a las palomas haciendo su sonido característico desde su ubicación en la baulera. Nos pusimos muy nerviosos mientras seguíamos con los trámites. Afortunadamente, los policías no los habían escuchado. Respiramos aliviados, la explicación hubiera sido complicada. Pudimos continuar sin problemas

No por mucho tiempo. 


Poco antes de llegar a la empresa, nos desviamos por un camino secundario, más apto para liberar a las palomas. Íbamos recorriendo dicho camino y Alberto me pidió que nos detuviéramos. Frenamos, nos bajamos y abrimos el baúl, mi compañero sacó la jaula, abrió la puertita, y en el exacto momento en que introdujo su mano y las tomó, de la nada surgieron dos soldados y un oficial y nos apuntaron con sus armas. Uno de ellos gritó:
—¡Suelte las palomas!

Alberto entendió que la orden era de soltarlas, las extrajo y las liberó.
—¡Le dije que las suelte, que las deje, que no las toque!
Ante el hecho de que las palomas escapaban, los soldados comenzaron a dispararles para detener su huida, afortunadamente sin dar en el blanco. Las palomas subieron, dieron algunas vueltas hasta orientarse y se dirigieron a, vaya a saber hacia dónde.
—Eran palomas mensajeras, ví que tenían un tubito en la pata. ¿Qué mensaje secreto llevaban? —indagaron los descreídos militares.
—Ninguno. Supongo tendría la dirección de su palomar.
—¿Los datos para un futuro ataque?
—Son palomas mansas, no atacan a nadie.

Pequeña nota del editor: Tener en cuenta que para esa época no existían los celulares, mails, Instagram ni Skype, y una paloma mensajera era lo más avanzado en comunicación inalámbrica a larga distancia.

—¿Planes para un secuestro?
—Para nada.
—¿Tenía los nombres de la cúpula de su organización?
—Ninguno.
—¿Datos sobre armas?
—No.
—Los encontramos “in fraganti”, en un lugar solitario, enviando mensajes secretos. Vamos a detenerlos hasta tanto sepamos quiénes son realmente.
—¡No! ¡No! ¡No! —gritaba mi compañero al despertarse abruptamente en el asiento del acompañante.
—¡Despertate Alberto, dejá de gritar! ¿Qué pesadilla tenías?
—Nada, nada. Larguemos las palomas de una buena vez.

Abrimos el baúl, sacamos la jaula y Alberto liberó a las palomas mensajeras del amigo de mi compañero. Subieron, dieron unas vueltas, y  se dirigieron hacia algún lugar. Tal vez, a su palomar.
                                          

Inspirado en una anécdota laboral contribuida gentilmente por un amigo.

miércoles, 20 de febrero de 2019

LA TORRE DE BABEL III



Si usted está leyendo el presente relato y no ha leído previamente  LA TORRE DE BABEL y la TORRE DE BABEL II, sugiero les honre con un vistazo previo antes de zambullirse en el presente relato. Le será de utilidad.

Confío en que si ha llegado hasta aquí ya tiene el contexto de la situación. Paso a los hechos.

Luego de las bromas en japonés y en idish al año siguiente, ya no había lugar para la sorpresa. Además, llegó la etapa de promociones. El gerente de auditoría pasó a ser socio, yo pasé de senior a supervisor y el asistente se convirtió en senior. El socio a cargo de la asignación cedió su responsabilidad al nuevo socio, por lo que las bromas idiomáticas quedaron suspendidas en el cliente.

Con los años, roté de clientela y tuve otras funciones. El tiempo pasaba, pero persistía la expectativa de las bromas idiomáticas consensuadas con el socio. Así recuerdo haberle enviado una copia de un relato extraído de un texto escolar en Francés indicando que era la minuta de una reunión con un cliente de una industrial francés a la que habíamos asistido; o, adjuntarle una invitación de un congreso petrolero escrita en Ruso señalando que contenía ideas para unos folletos que él debía preparar; o una factura escrita en chino que había tomado de un curso solicitando que me aprobara el gasto. Siempre había algo que enviarle y que pudiera dibujarle una sonrisa. Varios años después me fui de la firma detrás de otros desafíos profesionales. Al no trabajar en la misma empresa, las bromas cesaron completamente. O casi….

Transcurrieron varios años más. El socio seguía siendo socio del estudio, y yo trabajaba en una empresa dedicada a evaluar inversiones en empresas. Un día mi jefe trajo a mi escritorio unos diez cuadernillos de Memorias y Balances que él había recibido de diversas entidades financieras del exterior, para visualizar y extraer algunas ideas útiles para un futuro cuadernillo de nuestra empresa. Entre esos ejemplares se incluía el de una entidad árabe. Y lo curioso era que estaba íntegramente escrito en árabe, la Opinión del Auditor, los estados financieros (cifras también en caracteres árabes), las notas a los EEFF, anexos y la propia Memoria del Directorio y gráficos.


Era demasiada tentación como para dejarlo así y no aprovecharlo. Y no quedó así….Le envié un mail al socio diciendo algo así como: “Solo la amistad que tenemos desde hace muchos años me permite solicitarte semejante favor. Como sabes, en mi trabajo evaluamos empresas, y sobre la base de distintas informaciones calculamos su rentabilidad futura esperada y le calculamos un valor posible sobre la base de flujos futuros de fondos. Ahora me ha tocado evaluar un proyecto especial. Se trata de la compra de una planta desalinizadora de agua de mar en Kuwait. La empresa es “Arab clear water” El problema es que la única información que tenemos es la que pueda emerger de los últimos estados contables auditados de la empresa titular de la planta. Tenemos muy poco tiempo para decidir la compra y estamos compitiendo contra otros fondos internacionales. Si te parece aceptable, mi idea es enviarte mañana en un sobre “Privado y confidencial” a tu nombre, una copia de los estados contables y pedirte que basado en tu amplia experiencia en revisar estados financieros y evaluar empresas, me des tu sincera e independiente opinión sobre como ves a “Arab clear water”. Sería de tremenda ayuda."


Yo ya hice mi análisis, pero no quiero “contaminarte” con mi opinión.
Desde ya, esto es absolutamente confidencial, y nadie tiene que saber que te proporcioné ésta documentación, ni que te hice una consulta. Hago esto porque sé que puedo confiar en vos y tu discreción.


Al rato, recibí un mail del socio indicándome que por supuesto le envíe el sobre con los estados contables, que los analizaría personalmente y me daría sus conclusiones.

Efectivamente, al día siguiente introduje los estados contables impresos exclusivamente en árabe dentro de un sobre dirigido al socio y caratulado como “Privado y confidencial, solo para ser abierto por el destinatario” y lo envié a su oficina.

Transcurrió muy poco tiempo y el socio me llamó por teléfono riendo e indicándome que “No lo puedo creer, pasaron más de veinte años desde que me hiciste la primera broma, y todavía me las sigo creyendo!”.


Sé que ya no hay chance alguna de lograr que el socio no considere, como mínimo “sospechoso” a cualquier mensaje que reciba de parte mía. Fue bueno, mientras duró.


jueves, 29 de noviembre de 2018

LA TORRE DE BABEL II



Recomiendo enfáticamente a todos aquellos que están leyendo éstas palabras, y que no han leído previamente  LA TORRE DE BABEL, relato publicado en el número anterior de este blog, lo hagan antes de ponerse a leer la parte II, a riesgo de no entender lo que está sucediendo en este nuevo relato contable. 

Asumiendo que los lectores le hayan hecho caso a la recomendación, paso a los hechos.
Luego del “escándalo japonés” del año anterior, estaba clarísimo que para la auditoría del año siguiente habría una tremenda expectativa del socio de la firma, del gerente a cargo de la asignación y de todos los que se habían enterado de lo sucedido doce meses atrás, de que nuevamente “algo raro", indebido apareciera en los papeles de trabajo. Era una extraña responsabilidad. Todo el mundo esperaba de mí que actuara incorrectamente a sabiendas, que agregara una mentira en el legajo y, pese a eso, tenía que hacerlo.

El trabajo de auditoría se realizó sin sobresaltos. Le empresa tenía muy buenos controles y estaba bien ordenada. Se acercaba la fecha de la “visita oficial” del socio para ver los temas principales con el gerente a cargo de la asignación y conmigo, tener una reunión formal con el gerente general del cliente y dar el cierre a la auditoría. Esa reunión con el gerente general, me dio la idea de la siguiente “maldad”.

Al igual que en el año anterior, en los papeles de trabajo manuales, en el legajo resumen de la auditoría se incluía, entre otra documentación, una página llamada “Puntos de atención para el socio y gerente”, donde el encargado de trabajo (yo, en ese momento) enumeraba los temas más importantes de la auditoria y especialmente aquellos que por su importancia o complejidad eran clave que el gerente y el socio los leyeran para poder tener sus conclusiones y ver cómo afectaban la auditoría. Fue en esa sección que incluí, como si fuera un comentario más del trabajo, un punto que denominé “Minuta reunión mantenida con el gerente general”, tras lo cuál informaba algo así:

“En el día tal, el gerente general del cliente me convocó a una reunión privada en su oficina. Durante el transcurso de la misma me informó sobre varios temas que podían ser de nuestro interés en la auditoria. Entre ellos:    
     Discontinuación de la fabricación del producto principal de la empresa.
-       Venta del inmueble de la fábrica.
-       Cambio inmediato de auditores externos.
-       Demoras en la reposición de las fichas de la máquina de café
-       Quiebra del cliente con mayor saldo.
-       Cambios en varias políticas contables.
-       Destrucción de tres maquinarias por efectos de sabotaje.

Debido a la importancia de los temas, y la confidencialidad de los mismos, el gerente general solicitó preparar él mismo la minuta de la reunión, y que la misma fuera redactada en idish. Se adjunta la misma para conocimiento del socio y gerente a cargo.”

A continuación yo había pegado unos recortes de un diario en Idish, simulando que esos fueran la minuta secreta. Y así quedó. 



Llegó el “gran día” en que el gerente y el socio a cargo vinieron a las oficinas del cliente para las formalidades del cierre de la auditoria anual. El socio no esperó a que el gerente examinara los papeles de trabajo y la sección “Puntos de atención para el socio y gerente”. Directamente se “zambulló” en los legajos hasta que encontró lo que estaba buscando y sabía que encontraría

Esta vez no hubo sorpresa, tras una carcajada, el socio arrancó del legajo la hoja que le interesaba compartir con sus colegas, con la supuesta minuta con los temas delicados, y me cuestionó al decirme “Ves, después no sabemos porqué nos excedemos en las horas, si te la pasas preparando estas cosas”.

La situación fluyó de una manera más tranquila que la del año anterior, e indudablemente dejaron el camino abierto a nuevas bromas, que por supuesto llegarían. Ya tendría tiempo de pensar cuál podría ser el "Punto de atención" del año siguiente. Mientras tanto, al igual que Marlon Brando y por si acaso, habría que ir practicando Idish.

jueves, 23 de agosto de 2018

LA TORRE DE BABEL


Ocurrió durante la auditoria de una empresa industrial argentina que utilizaba materias primas provenientes de Japón para una de sus líneas. Yo era el encargado de trabajo, primera vez en ese cliente, y solicité, como está previsto en los procedimientos, la confirmación de saldos del proveedor japonés. Al poco tiempo recibimos un sobre con la respuesta que contenía la confirmación escrita en inglés con la cifra adeudada en Yenes, copia de la factura que componía el saldo, copia del packing list de la factura y una hoja escrita íntegramente en japonés excepto el nombre del comprador en nuestro alfabeto latino y la cifra.



Con toda la documentación recibida y la revisión “in situ” de una empresa con muy buenos controles, teníamos suficientes elementos para dar conformidad al saldo de ese proveedor. Pero………esa hoja en japonés con el nombre del cliente era muy tentadora como para dejarlo pasar así como así. Eso ameritaba generar algo especial en los papeles de trabajo que el socio del estudio iba seguramente a leer. Es importante para los hechos que voy a relatar saber que, si bien era mi primera vez en ese cliente, el gerente del estudio me conocía hacía varios años y había trabajado conmigo en ese y varios otros clientes. En cambio, era la primera vez que el socio a cargo trabajaba conmigo. No me conocía el tipo de bromas que yo podría llegar a hacer.

En esas épocas de papeles de trabajo manuales, en el legajo resumen de la auditoría, se incluía entre otra documentación, una página llamada “Puntos de atención para el socio y gerente”, donde el encargado de trabajo (yo, en ese momento) enumeraba los temas más importantes de la auditoria y especialmente aquellos que por su importancia o complejidad eran clave que el gerente y el socio los leyeran para poder tener sus conclusiones y ver cómo afectaban la auditoría. Fue en esa sección que incluí, como si fuera un comentario más del trabajo, un punto que denominé “Contestación recibida del principal proveedor del exterior” y a continuación decía (palabra más, palabra menos): “A continuación adjunto la confirmación de saldos recibida del principal proveedor del exterior, que representa un 85% del saldo de proveedores del exterior y un 60% de todo el saldo de proveedores de la empresa y que, como ha venido escrita íntegramente en idioma japonés, no hemos podido conocer su contenido. He subrayado los únicos términos que pude comprender y confío que por la experiencia del gerente y socio con el cliente, podrán fácilmente traducir el resto. En caso contrario, y por la materialidad de los saldos involucrados, nuestra Opinión de auditoría debería ser una abstención de opinión por una limitación al alcance por la falta de evidencia de auditoria, que no pudimos tampoco conseguir por otros medios.” Decir eso, es de suma gravedad en la relación auditor/auditado. A continuación incluía la carta escrita íntegramente en japonés donde solo estaban subrayadas las dos veces que se mencionaba en nuestro alfabeto el nombre del cliente. Y nada más.

Llegó el “gran día” en que el gerente y el socio a cargo vinieron a las oficinas del cliente para las formalidades del cierre de la auditoria anual. El gerente se puso a ojear el Legajo resumen de la auditoria, y con más interés leyó los Puntos de atención. Cuando llegó al punto de la confirmación del proveedor japonés, me miró, esbozó una sonrisa cómplice, firmó y le paso el legajo al socio. Pero en el momento en que éste último se encontró con el “fatídico” comentario, su rostro se transfiguró, arrancó la hoja y me dijo muy enojado: “¡Cómo vas a poner en los papeles de trabajo algo así, sin buscar la forma de solucionarlo! Enviá un fax de inmediato diciendo: Please, answer in english, urgently”

El gerente, al ver la reacción del socio, comenzó a dudar él mismo y me preguntó con rostro preocupado “¿Daniel, esto es una broma, verdad?” Con un movimiento positivo de mi cabeza le ratifiqué que efectivamente se trataba de una humorada. El socio pasó desde el enojo diciéndome “¿Vos estás loco? ¿Cómo le vas a hacer una broma así a un socio que no conoces y que no te conoce?”, a la carcajada, indicándome “está buenísimo, me llevo la hoja para comentarla en la reunión de socios”, y finalmente con rostro muy serio, se me acercó y dijo casi susurrándome: “Estuvo buena, pero esperá mi respuesta”.


Moraleja: Si vas a decirle algo en broma a un desconocido, pregúntate a ti mismo ¿Qué es lo peor que puede pasar?

sábado, 16 de junio de 2018

EL PELOTAZO


Carlos había esperado toda su vida para ese exacto momento. A sus 11 años, tener la responsabilidad de patear el tiro libre para vencer de una vez al temido 6to A frente a toda la escuela, era la máxima aspiración de un jugador “patadura”, como era considerado por el resto de sus compañeros. Se lo debían. Gracias a su creatividad al escribir el relato para el certamen escolar, su equipo había salido primero, y eso implicaba ser premiados con cuatro recreos extendidos y  galletitas de chocolate para todo el grado. A cambio, solo les pidió a los compañeros que lo dejasen patear un tiro libre en un momento clave del partido, si es que llegaban a la final. Ese era el momento. Su oportunidad de demostrarle a todos, especialmente a su hermosa compañera Pamela, que estaba presenciando el partido, que él podía hacerlo y que no era un jugador mediocre. El silencio era absoluto. Colocó con sus manos la pelota aproximadamente en el lugar donde el defensor de 6toA había cometido la falta. Retrocedió unos cuatro metros para tomar impulso. No era suficiente, retrocedió unos cinco metros más. No volaba una mosca. Si quería patear potentemente, tenía que tomar más carrera, retrocedió unos tres metros más. Todos los ojos estaban fijos en él. No podía fallar, tenía que ser un tiro histórico. Por si acaso, retrocedió otros ocho metros y se dio por satisfecho. Trazó mentalmente una trayectoria entre la pelota y el ángulo superior izquierdo del arco. Imposible atajarla. Era ahora o nunca. Comenzó a correr hacia la pelota, cada metro se aceleraba más y más, llegó hasta el balón hecho una tromba humana, y pateó con todas sus fuerzas.


La pelota salió despedida con un impulso desproporcionado, ante la mirada atónita de propios, rivales y espectadores, se elevó por el aire rozando el travesaño enemigo, siguió elevándose y pasó por arriba de la medianera de la escuela mientras continuaba subiendo. A los pocos segundos se elevaba por arriba de la ciudad de Buenos Aires y se dirigía rumbo a la costa. Los bañistas de Mar del Plata, la divisaron pensando que era una pelota perdida de jugadores playeros. Se dirigió hacia el océano. El viento con olor salado acariciaba el esférico que se mezclaba entre las inmensas bandadas de pájaros que volaban, hasta ese momento, en perfecta formación, generando tremendos desparramos y desorientaciones. Algunos marineros de barcos mercantes que iban entre Europa y Sudamérica, vieron cosas raras en el cielo, pero los capitanes pensaron que se habían emborrachado, los castigaron y les pidieron que se dejaran de hablar estupideces. Tras cruzar el Atlántico, la pelota llegó al África. Los elefantes, jirafas y leones la miraban sin entender de qué se trataba. Siguió volando hacia el este, y pasó por arriba de una planicie, donde vivían dos tribus que estaban en guerra permanente desde hacía generaciones. Estaban en una de sus batallas semanales, cuando observaron en el cielo ese objeto esférico, al que confundieron con un mensaje de un Dios desconocido. Si los Dioses los vinieron a visitar, era seguramente para advertirles que no peleen más. Y no se pelearon más.  La pelota cruzó África, e ingresó a Asia, pasando por los inmensos desiertos de Arabia Saudita y por sobre las cabezas de las caravanas de camellos. Cuando pasó por la Gran Muralla China, los miles de turistas la confundieron con un OVNI, y unos científicos oportunistas escribieron luego un libro titulado “OVNIS sobre las murallas”, con gran éxito editorial. Al sobrevolar Japón, unos samuráis intentaron cortar con sus espadas al objeto volador, pero afortunadamente iba suficientemente alto. Voló causando estupor por todo el océano Pacífico, entró por Chile, los vientos la ayudaron a cruzar la alta Cordillera, e ingresó nuevamente a Argentina, llegó a Buenos Aires y entró a la escuela pasando por arriba del travesaño del arco propio, y por sobre las cabezas de todos los jugadores que no podían creer lo que veían, cruzó toda la cancha y se clavó en el ángulo superior izquierdo, precisamente allí donde había planeado meterla. Golazo.

El Juez pitó el final del partido decretando la victoria de 6to B, su 6to. Fue apoteótico, todos los jugadores lo abrazaron hasta casi asfixiarlo. Se dirigió resuelto hacia Pamela, que le estaba sonriendo al costado de la cancha, ella lo abrazó y le dio un besote en cada mejilla. Era feliz y……………

—¡Y, boludo!, ¿Estás dormido? ¿En qué estás pensando? ¡Patea de una buena vez el tiro libre! ¡Dale! ¡Dale!