Una
de las características del trabajo de los auditores, es pedir el soporte
documental que respalda las transacciones del cliente. Para ello, se requiere
visualizar los comprobantes, lo que implica solicitárselos a la empresa, y
devolvérselos intactos tan pronto terminamos de revisarlos. Eventualmente, o no
tanto, el retorno no se hace el mismo día, y los comprobantes pueden llegar a
quedarse “durmiendo” en la oficina de los auditores, especialmente en los
casos en que por la magnitud del trabajo y del cliente, se les asigna una sala
independiente con llave, como para garantizar la confidencialidad y la
independencia. Este, era uno de esos casos.
Me desempeñaba
como gerente de auditoría, y estaba trabajando en mi oficina en la firma,
cuando a eso de las 10 de la mañana recibo una llamada telefónica de parte
del Jefe de Contaduría de un cliente multinacional
donde precisamente teníamos oficina propia. La voz del funcionario sonaba como
muy enojada.
—¡Esto es inaceptable,
Daniel! —me increpaba muy molesto.
—¿Qué pasa? —pregunté muy
preocupado.
—Son las 10 de la mañana y
tu gente no ha llegado todavía al trabajo, y nosotros necesitamos urgente unos comprobantes que les prestamos
hace como una semana. ¡Es una vergüenza!
—Ahhha, ahora me acuerdo —comenté
falsamente mientras me preguntaba cómo iba a justificar lo injustificable —Carlos
me había pedido permiso para hoy, ya que tenía que hacer unos trámites para su
título universitario, claro, hoy no viene.
—¿Marta? Eeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeehhhhhhhhhhhhheeeeeee —Claro, Marta me llamó
para avisar que iba a llegar un poco más tarde porque no se qué problema había
tenido en la casa.
—¡No me importa lo que
pasó, pero necesitamos los comprobantes de inmediato! —Vamos a forzar la
puerta, no tengo otra alternativa. Ni siquiera está el practicante, Alberto, creo
que se llama.
—Seguramente tuvo que
quedarse en cama, ayer lo escuché tremendamente congestionado y resfriado —inventé
en el momento.
—¡No me importan los
problemas que extrañamente todo tu personal tuvo al mismo tiempo, pero necesito
las cosas ya! —Este llamado es solo para que estés al tanto de que estoy con el
cerrajero, y que luego de forzar la cerradura externa, vamos a forzar cada uno
de los cajones de sus escritorios, hasta encontrar (enfatizando) NUESTROS
documentos —me increpó ya casi fuera de sí mismo.
—¡Pero, no te enloquezcas! Cómo vas a romper todo. Marta, seguro llega en un ratito, y si no llega, me tomo personalmente un taxi y voy con mis llaves para allí.
—¡No puedo depender de eso,
vamos a destruir las cerraduras, ya!
—¡Aguant{a un minuto, salgo ya mismo, cuelgo y
salgo para ahí!
—No va a hacer falta.
Escucha ésto:
—¡Que la inocencia te
valga, Daniel! – me dicen en coro, muy divertidos Carlos, Marta y Alberto, quienes
estaban escuchando toda la conversación, y la disfrutaban junto con el Jefe de
Contaduría, en ese 28 de diciembre, Día de los Inocentes……
Reí, como si me hiciera
gracia, con la risa más falsa que emergió alguna vez de mi boca, mientras
imaginaba como estrangulaba tiernamente
a Carlos, Marta y Alberto y a su vez iniciaba el planeamiento de mi
venganza del próximo 28D.