Nuevos asistentes se habían
incorporado recientemente al estudio de auditoría donde yo trabajaba. No sabíamos si se trataba de
un tema generacional, genético o una mera casualidad, pero los tres jóvenes
coincidían en tener una personalidad tal
que podrían calificarse como soberbios, arrogantes, presuntuosos o simplemente,
engreídos.
Los encargados de trabajo
percibieron esos rasgos y, ni cortos ni perezosos decidieron que había que
hacer “algo” para tratar de que no se consideraran unos “winners” y trataran
mal al personal del cliente y a sus compañeros. Algunas inocentes bromas se
prepararon y planearon entre los distintos encargados. Aquí van algunas que aún
recuerdo.
Asistente N°1. A efectos de resguardar a los involucrados, los nombres de los asistentes, y de los encargados se omitirán en este
relato.
En la oficina del cliente
donde se hacía la auditoría mantenían los dos ejemplares muy voluminosos de la
Guía telefónica de la Capital Federal, más el ejemplar de las Páginas amarillas
(los muy jóvenes pueden preguntarle a los adultos cercanos respecto al volumen
y peso de esos ejemplares). El encargado
solicitó a la gente de Correspondencia que le hiciera un enorme paquete con
papel de envolver con los tres volúmenes, rodeándolo de sogas para que no se
desmantelara. En ese paquete hizo colocar una etiqueta con los datos de un encargado que estaba realizando una auditoria en la otra punta de la ciudad, y
con el que previamente habían hecho ciertos acuerdos. Se le explicó a Asistente
N°1 que tenía que llevar rápidamente ese paquete con documentación (por
supuesto sin revelarle el contenido) a la dirección del otro cliente, donde lo
esperaba el encargado. Se le aclaró que no había posibilidad de pagarle taxi, debido
a que el cliente no reconocía gastos de traslados, por lo que tendría que
llevar el muy pesado paquete viajando con dos buses ya que no había ninguno
directo.
No muy bien dispuesto a
tener que realizar un trabajo que consideraba inferior, casi humillante, sabía
que debía aceptarlo por ser su primera asignación. Alzó como pudo el paquete y
se dirigió en un caluroso día a la parada de micro. Hizo todo el trayecto y
aproximadamente 90 minutos después se presentó, agotado, ante el encargado de
auditoría del otro cliente.
—¿Trajiste el paquete? Buenísimo, lo estaba necesitando con urgencia. Te
agradezco.
Dicho esto, el encargado abrió el paquete frente a los azorados ojos del
Asistente N°1, tomó en sus manos la Guía telefónica, la abrió y comenzó a
hojearla frenéticamente de un lado a otro, murmurando algún “¿Cómo era que se
llamaba?”, hasta que se detuvo en una página cualquiera, exclamó un “¡A éste lo
estaba buscando” y escribió en un papel
los datos de una persona y su número telefónico. Volvió a envolver las tres
guías y se las dio al Asistente N°1 aclarándole “Listo, ya podés llevársela de
vuelta al encargado que me las mandó”.
Asistente N°2.
El asistente tenía que
viajar esa tarde para una auditoría en Mendoza. Trajo su valija a la oficina
para tener todo listo para ir al aeropuerto directamente. Les habían asignado
una oficina que contenía en su decoración un cuadro de unos 75 x 50 cm con un
motivo marítimo, o algo así. En un momento en que Asistente N°2 salió para ir
al baño, el cuadro fue descolgado e introducido en su equipaje que, convenientemente,
no había cerrado con candado. La obra pictórica abarcaba la totalidad de la
valija, pero entró. Cuando llegó el momento, se despidió del equipo de trabajo,
tomó su equipaje al que notó algo más pesado y se fue al Aeropuerto. Cuando le
tocó pasar su equipaje por el aparato de rayos X, el oficial lo consultó “¿Qué
lleva en la valija?”. Su lógica e inocente respuesta fue “Nada. Ropa para una
semana y papeles de trabajo para una auditoría”. El oficial aún no conforme le
abrió la maleta, apareciendo en primer término y abarcando toda la valija, la
pintura enmarcada de motivos marinos. “¿Esto también es para su trabajo?”. El
Asistente N°2 solo atinó a enrojecerse avergonzado. Se podía visualizar que era
una reproducción barata, claramente no había desvalijado ningún museo, y lo
dejaron ir a sus obligaciones laborales.
Al llegar a la oficina de su
asignación, lo recibió el encargado de trabajo, le preguntó si le habían
enviado un cuadro. Parecía que estaba previsto, lástima que no le avisaron. El
encargado tomó el cuadro y le pidió a Asistente N°2 que junto con otro
asistente sostengan el cuadro y lo presentaran en una pared vacía. Dio unos
pasos para atrás, pidió que lo probaran en distintas posiciones, ubicándolo
aquí y allá. Finalmente, negando con su cabeza le dijo al Asistente N°2:
“Lástima, pensé que aquí quedaría bien”. Colocó nuevamente el cuadro haciendo
presión en la valija y le pidió: “Favor, le decís muchas gracias de mi parte al
encargado de Buenos Aires. Una pena que no combinan los colores”
Asistente N°3
A éste asistente se le hizo
un repaso de la metodología para efectuar un arqueo, un recuento de fondos y la
forma de documentarlo. Inmediatamente después se le indicó que debería ir a un
muy importante hotel alojamiento (albergue transitorio, hotel para parejas,
hotel por horas, o del modo que actualmente lo denominen), que era cliente de
auditoria del estudio y realizar un arqueo sorpresivo de la caja. Como el
estudio tenía diversos clientes en varios tipos de negocio, le pareció extraño,
pero no imposible. Y allí fue al hotel que, por supuesto, no era cliente del
estudio. Se presentó con todo el ímpetu de su primera asignación pretendiendo
efectuarle un recuento de fondos sorpresivo al cajero y a cargo del hotel
quién, al verlo entrar solo y no en pareja, asumió que quería pagar el turno de
la habitación para ver videos pornográficos. Por supuesto que le pareció un
despropósito lo de exhibir el dinero de la caja ante un desconocido presuntuoso
y, ante las amenazas de llamar a la Policía, el Asistente N°3 terminó por
asumir su fracaso y volvió triste a la oficina donde no esperaba encontrarse
con los rostros sonrientes del encargado y demás compañeros.
Epílogo
Durante cierto tiempo se
mantuvo una relación tensa entre los nuevos asistentes y los encargados, pero
todos cedieron un poco y eventualmente tuvieron buen trato y algunos quedaron
como amigos. Los muchachos hicieron carrera en el estudio. Varios años después
uno de ellos fue admitido como Socio, y los otros dos Asistentes llegaron a la posición de CFO en
grandes empresas. De los Encargados aquí mencionados, perdí totalmente su
rastro.