Las oficinas de nuestro estudio estaban siendo completamente remodeladas
por lo que, temporariamente, nos mudaron a un antiguo edificio de diez pisos.
Un viernes por la noche, me quedé trabajando solo hasta muy tarde. Necesitaba
avanzar con varias asignaciones, y
quería irme al fin de semana con la mayor parte de las tareas cumplidas.
Concluí cerca de la medianoche. Apagué todas las luces, y cerré la oficina. El
retumbar de mis pasos era el único e
inquietante sonido audible en todo el piso en penumbras. Me dirigí en la
oscuridad hacia el ascensor. Era de un modelo muy antiguo, con puertas
externas, internas y laterales enrejadas, donde uno puede desde adentro, ver lo
que pasa en cada piso, a medida que sube o baja, y viceversa. No son los que dan
mucha confianza, pero estaba en el piso 8vo, y la mejor y lógica opción, era hacerlo
en ascensor.
Apreté el botón de planta baja, deseoso ya de irme a casa y salir del
edificio desierto, y por cierto, un poco
tenebroso a esa hora y en esas circunstancias. El ascensor fue descendiendo,
dejando ver (es una forma de decir), que todos los pisos estaban ya desalojados
y en plena oscuridad. Era el único habitante que quedaba. Llegué a planta baja,
y para mi sorpresa, el ascensor tocó el piso, y “rebotó”, volviendo a subir
hasta el piso 10mo, donde tocó el tope y volvió a “rebotar” descendiendo hacia
la planta baja, donde una vez más siguió el ciclo de rebotes. Comencé a tocar los botones de todos los pisos, con la esperanza de que
se detuviera en alguno, pero el ascensor seguía su recorrido planeado de llegar
hasta el piso 10, y rebotar, llegar a la planta baja y rebotar. El elevador
parecía estar endemoniado, o algo así, pero lo que estaba claro era que
seguiría con su recorrido de ida y vuelta en forma indefinida.
Me puse a gritar pidiendo auxilio pero, no había en el edificio alguien
que pudiera escuchar mis gritos. Seguía viajando de planta baja al 10mo y del
10mo a planta baja. Ahí me di cuenta de que era viernes a la noche, y que
probablemente me iba a quedar atrapado, subiendo y bajando infinitamente esos
10 pisos, hasta el lunes a la mañana cuando la gente vuelva al trabajo y puedan
ayudarme. Sin comida ni bebida. Ni baño. ¡Tenía que aguantar 60 horas más de
éste sube y baja! En un edificio totalmente a oscuras, y yo solito ahí dentro,
secuestrado por el ascensor. Aquí no había guardia, ni ningún otro ser humano
que me rescate. Aclaro que en esos
tiempos, no se disponía aún de celulares al alcance de todos, con lo cual amigo
lector, esa no era una opción.
A la inquietud, le siguió el pánico y luego el terror. Estaba muy
nervioso y muy asustado. Sentía que algo desconocido y vivo que habitaba algún
rincón oscuro del edificio me había atrapado y no me quería largar.
Luego de varios minutos de rebotar, y de tratar en cada piso de abrir
forzadamente la puerta, logré que la misma se abriera un poquito entre dos
pisos, lo que hizo que se detuviera. Hice fuerza hasta que pude abrir la puerta
de reja lo suficiente para poder salir.
Preferí tomar el riesgo de que el ascensor volviera a funcionar mientras yo bajaba
entre dos pisos, y me “guillotinara” al medio, antes de la perspectiva de volver
a quedarme atrapado y rebotando hasta el lunes.
Bajé en la oscuridad, y todavía agitado, por no decir temblando, esta
vez por las escaleras hasta la planta baja. Afortunadamente, contaba con la
llave de la puerta de calle.
Afuera, la noche estrellada me pareció más hermosa que
nunca
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