Fueron unos días de trabajo intenso, abocados
a una auditoría especial para la que había tenido que viajar a Lisboa como
revisor de la asignación. Éramos solo el encargado de trabajo y yo para hacer
todo el trabajo, una auditoría compleja, la necesidad de llegar rápidamente a
conclusiones, horario extendido, el idioma, etc, todos factores que fueron
creando un clima de bastante stress.
Esa mañana había sido el punto cumbre de la
visita, la “closing meeting”, la reunión donde presentamos a la alta gerencia del
cliente, las observaciones que habían surgido durante la auditoría, y que
serían en definitiva las que determinen la calificación final.
Todo eso ya había terminado y nos fuimos los
dos para el hotel, a preparar el equipaje, y con suerte a caminar un poco por
allí, ya relajados luego del trabajo demandante. Nada malo podía ya suceder. Me
equivoqué.
Comencé a sentirme mal. Un dolor que se
inició como algo leve en el estómago y en la espalda baja, fue creciendo en
volumen e intensidad en forma ininterrumpida. Transpiraba como en un sauna. El tormento
me estaba partiendo en dos, o en cuatro.
Ya había tenido en otras oportunidades un cólico
renal, y la forma en que el dolor me estaba destrozando, era un claro indicio
de que iba en proceso de otro cólico. Si me estuvieran perforando con esos
taladros que usan para romper el asfalto, me hubiera sentido mejor. El suplicio
era tan insoportable que terminé cayéndome al piso.
Todo fue muy rápido.. mi compañero pensó que
me estaba infartando...Yo trataba de no gritar... pero sentía que me desmayaba
por el dolor. Se desesperó y llamó al Controller del cliente con quién nos
habíamos reunido horas atrás. Entre la desesperación, los nervios, los gritos y
el idioma, trató de indicar que teníamos una emergencia en el hotel, y
necesitábamos asistencia. Intentó calmarme indicando que seguro ya vendría la
ayuda. Yo seguía tendido en el piso, ahora sin poder disimular los gritos.
Después de varios minutos, para mí una eternidad, sonaron fuertes golpes en
nuestra puerta. Mi compañero Maxi, con alivio me dice "ahí llegaron".
Todavía me quedaban algunas esperanzas de sobrevivir. Abrió la puerta y entró.
Entró. Era un bombero, con su clásico casco
de ala ancha hacia atrás, su piloto grande
y botas. Un bombero, vestido de bombero. No podía decidir si morirme de
una buena vez, o reír. Maxi, el bombero y yo, quedamos enmudecidos, paralizados
en ese momento único, el mundo se detuvo por un instante y nos miramos
mutuamente sin estar demasiado seguros sobre cuál debiera ser el próximo paso. Por
mis gestos y gritos, el bombero entendió rápidamente que, en las
circunstancias, un médico podría hacer un mejor trabajo. Nunca supe cómo se
llegó a eso, si fue un problema de comprensión del mensaje, el idioma, los usos
y costumbres, o lo que fuera. Lo único que se estaba incendiando era mi cuerpo
por dentro.
Una ambulancia finalmente me rescató. Estuve
internado unas horas y en reposo unos días. La piedrita bautizada como “the rock” fue expulsada y el
asunto quedó en el recuerdo. He vuelto años después a este mismo cliente, y me recibieron como a una especie de Terminator que estaba de vuelta.
I am back.
I am back.
Nunca en mejor momento Daniel, anduve con cólicos renales el pasado y tórrido vienes, me sentía morir.Ahora empezar el proceso de tratamiento hasta que expulse la piedrita. Un abrazo y excelente como siempre.
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