¡ALTO! Si usted no ha leído los CAPITULOS I y II de EL PASADO DEL FUTURO, le sugiero que
detenga inmediatamente la lectura del presente CAPITULO III y no siga adelante. En la parte derecha del Blog
aparecen las entradas anteriores, busque el
CAPITULO I y el CAPITULO II, léalos
y vuelva para aquí una vez terminado. Caso contrario, no entenderá lo que está
sucediendo. Y si los lee, puede ser que tampoco. Aproveche para ver las
anécdotas del blog que todavía no leyó.
…………………………………………………………………………………….
Muy bien. Si usted está aquí, es que ya leyó previamente
los CAPITULOS I y II, y sabe de qué
se trata todo esto, y si no lo hizo, es su problema. Aquí va lo que siguió.
Pese al tiempo transcurrido, recuerdo que.…………………….………………..luego
del involuntario congelamiento durante un inventario presencial de pescado
congelado en una factoría, para mi sorpresa, desperté luego de 30 años en el año 2012. Estuve
internado un tiempo, y ahora ya recuperado, me iba a dirigir a mi antiguo
trabajo, gracias al generoso ofrecimiento de mis empleadores de tres décadas atrás, Devengados
y Asociados. Me había propuesto ocultar completamente mi condición de “viajero
del tiempo”, para evitar ser un “fenómeno de circo”. Solo quería vivir una vida
normal y pasar desapercibido, volver a ser auditor como antes, me parecía la
mejor manera de reinsertarme. Allá vamos.
Todos los autos que circulaban se veían de modelos
futuristas, resplandecientes, únicos y desconocidos. Me pareció ver un Fiat 128
y luego un Renault 12, ambos en bastante mal estado, considerando que eran
autos cero kilómetros, cero kilómetros de mi época, ahora son autos de 30 años.
Paré un taxi, el gesto seguía siendo el mismo afortunadamente, no sea que ahora
ese movimiento de mano sea considerado un insulto.
Inicié una conversación con el taxista de modo que
todo pareciera normal conmigo. Tenía la dirección de la oficina escrita en un
papelito.
- – Vamos
por favor a esta dirección en Puerto Madero.
- – Como
no.
- –¿Pero,
conoce usted Puerto Madero?
- – Claro.
- –¿Y
ya no son edificios abandonados llenos de basura y ratas?
- – No.
Hace más de 20 años que es uno de los lugares más elegantes de Buenos
Aires. ¿De qué país viene usted a
visitarnos? Aunque tiene tono de porteño.
- – Caramba..
20 años, que rápido pasa el tiempo. Soy porteño, y no vengo de ningún otro
lugar.
- – ¿Y
me va a decir que no sabía que Puerto Madero había sido completamente
reciclado?
- – Es
que salgo muy poco –intenté disimular mi torpeza.
- –
¿Qué
tal, como andan las cosas con el presidente Raúl Alfonsín? –dije para cambiar
el tema, mientras le hacía el gesto típico de Alfonsín apretando las dos manos
y llevándolas a un costado, por arriba del hombro.
- –¿Con
quién? Dijo el conductor mirándome por el espejito retrovisor, con rostro un
poco estupefacto.
- –
Coooooon,
ésteeeeeee, con Alfonsiiiin –decía mientras me daba cuenta que el recién
asumido presidente cuando quedé congelado, difícilmente, salvo que se
permitiera la reelección eterna, siguiera ahora en su puesto. –Ya debe llevar
algunos años…..
- – Algunos
años…. de fallecido.
- – ¡No
me diga! Ni me había enterado.
- – Pero,
Usted donde vivió en estos últimos 30 años?
- –
Aquí,
aquí en Buenos Aires.
- – Ahaja,
y no se enteró. Ni un poquito.
- – Seguramente
estuve muy concentrado en otras cosas. Soy auditor, trabajo mucho, no tengo
tiempo para la política.
- –
Ya
veo. Seguro que sabe algo de Menem, De La Rúa o Duhalde, por decir algunos.
- –
Algo,
un poco, de nombre, si le tengo que ser sincero –mentí tratando de no seguir hundiéndome más en mis
propios dichos. Tendría que haberme preparado mucho más para enfrentar estas
situaciones.
- –¿Y
si le menciono Néstor o Cristina, le dice algo?
- –¿Debería?
Eso ya fue demasiado para la poca
paciencia que un conductor de taxi puede
tener, en Buenos Aires, en Santa Cruz de la Sierra, o donde fuera.
- –
¿Pero,
usted me está tomando por un imbécil? ¿O se cree que porque el señorito es un
gran ejecutivo, se va a burlar de mí? Usted es bromista? Es payaso? Por qué no
me pide que lo lleve a un circo, y no a Puerto Madero? Es ahí, en la esquina de
la próxima cuadra. ¡Bájese, ya mismo!
- – Señor,
de ninguna manera pretendí ofenderlo. Es que soy algo olvidadizo.
-
¡Vergüenza
debería darle! Hombre grande! ¡Bájese, no lo llevo ni un centímetro más! ¿Con
qué me va a pagar, con Pesos Ley, con Australes, con qué? ¿Y sabe dónde puede
guardarse su plata?
-
– No
quise averiguarlo. Y me tuve que bajar. Estaba llegando tarde a mi primer día
de trabajo en 30 años.
………….………(CONTINUARÁ)
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