domingo, 19 de marzo de 2017

DÓLARES AL POR MAYOR


En esa época estaba suscripto al semanario Newsweek, como una de las distintas variantes e intentos para aprender Inglés como adulto (cito, entre otros, cursos presenciales con profesores nativos (nativos de Bahía Blanca), libros de gramática con kilométricos homework, grupos de conversación en inglés, audio libros, borracheras en bares ingleses y alguna eventual novia de origen estadounidense). Como suscriptor recibía de tiempo en tiempo distintas propagandas e invitaciones. En todo ese tiempo, la que más me llamó la atención fue una carta de formato alargado que, al abrirla descubrí lo que parecía ser un cheque a mi nombre, con membrete de un banco estadounidense y firmado por la friolera cifra de US$ 100.000.000. Lo ratifico y se los digo en letras: Cien millones de dólares.

Al leer el cheque por octava vez, vi que si bien estaba a mi nombre con el apellido correctamente deletreado, indicaba, en lugar del tradicional “Pay to: “, un “Do not Pay yet to:”, y al darlo vuelta indicaba que si jugaba a la Lotería de California, algún día podría recibir verdaderamente un auténtico cheque por ese importe. Luego de la obvia frustración, opté por colocarlo en lugar visible de mi oficina, como un objeto decorativo y anecdótico.

Poco tiempo después, un colega y amigo entró a mi oficina. Luego de los saludos y algún comentario, sus ojos quedan congelados en la imagen del cheque. Azorado y sin quitarle la mirada, inició el siguiente diálogo:

─ ¿Qué es eso?

─ ¿Eso? Un cheque que me llegó el otro día ─dicho como si fuera la cosa más normal del mundo.

─ Pero….está a tu nombre.

─ Si, claro ─le respondí con un tono indiferente.

─ Y dice cien millones de dólares.

─ Si, cien ─expresado con la serenidad de un monje budista en el Tíbet.

─ ¿Y qué c&%$%*# estás esperando para cobrarlo?

─ ¿No vés que es de un banco de Estados Unidos?

─ ¡Pedazo de p&%$#=@, un pasaje te sale menos de mil quinientos dólares, y estamos hablando de cien millones de dólares! ─me gritó con su rostro ya totalmente colorado.

─ Es que habría que viajar hasta ahí. Son varias horas de vuelo. Me aburre mucho, me da claustrofobia.

─ ¡Son cien palos verdes (forma en que se los denominaba coloquialmente en esa época)! ¡No podes ser tan i°&%$*+@! ─bramó ya totalmente fuera de sí, con el rostro atomatado, transpirado y con las venas del cuello hinchadisimas.

Terminé por contarle la verdad por temor a que se me infarte ahí mismo. Pronto la noticia se difundió por el estudio, y todo el personal desfiló por mi oficina con alguna excusa inverosímil, para poder ver con disimulo, o sin disimulo, el apócrifo cheque.




Hasta el día de hoy me pregunto qué hubiera sucedido si me hubiera suscripto a la Lotería de California.

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