sábado, 18 de febrero de 2017

NEGLIGENCIAS POR PARTIDA DOBLE


Estábamos haciendo una auditoria operativa en la refinería de una petrolera. Interesante, un trabajo distinto de las auditorias normales de estados contables. Sin tantos números, enfocados más a los sistemas de control de los distintos tipos de transacciones. Esa mañana nos enteramos del “chisme” del día, que corrió como reguero de pólvora, o debiera decir como reguero de petróleo: la noche anterior un barco petrolero que estaba  esperando su turno para entrar a puerto, había sido chocado por arriba de la línea de flotación y a varios metros de las cisternas, por otro barco carguero, que aparentemente no había dado indicaciones correctas de sus maniobras. Afortunadamente para todos, si bien fue un choque importante, no hubo heridos que lamentar y no llegó a explotar ni incendiarse ningún barco. Como situación anecdótica, cierta o que mereció ser cierta, se contaba que un tripulante del barco petrolero se había despertado para cumplir con un llamado de la Naturaleza,  y mientras estaba sentado en el inodoro, la proa del otro barco carguero irrumpió de un modo brusco en su camarote. Vaya sorpresa. Por decoro, no voy a decir lo que se comentaba que había sucedido con el sorprendido marino.


Supimos que el barco petrolero había sido remolcado, y que en ese momento estaba estacionado en el muelle próximo a la refinería, donde tendría que estar un buen tiempo hasta completar sus reparaciones. Al terminar el trabajo del día y volver a nuestros domicilios, decidimos (éramos tres auditores en un solo auto) lógicamente modificar el camino de retorno, y desviarnos brevemente para pasar por el muelle y observar los daños del choque, asumiendo que la “abolladura” estuviera del lado del muelle y no del lado del agua. Conducía otro de los compañeros, yo estaba de copiloto, y el otro auditor atrás. Llegamos al muelle, allí estaba el imponente barco petrolero que casi había protagonizado otro “Titanic”. Disminuimos por supuesto la velocidad, para poder observar con comodidad las huellas del accidente. 


Al lado del barco, estaba estacionado en el muelle un camión cisterna de la empresa petrolera, con su conductor fuera de la cabina. Seguíamos muy lentamente, en primera velocidad, comentando lo que estábamos viendo los tres, y seguramente haciendo alguna acotación sobre el suertudo  tripulante.  Nuestra trayectoria nos llevaba en línea recta al camión cisterna. El compañero que conducía estaba observando el choque del barco, dejando completamente de mirar al frente, y avanzando francamente hacia el camión de combustible. El conductor del cisterna observaba, incrédulo, como nuestro vehículo, con tres pasajeros que miraban al barco únicamente, a menos de 20Km/hora se dirigía negligentemente (por decir algo suave) y en línea recta hacia el camión estacionado.

A unos cinco metros de distancia del inminente choque, me percaté que ninguno de los tres observaba al frente, miré hacia adelante y vi al cisterna. Atiné a gritar “¡Cuidado!”, y mi compañero dio el “volantazo” salvándonos del cuasi desastre al que nos dirigíamos. Creo que al conductor del camión le dio un infarto o algo así.



Sé que fue una negligencia, pero admitamos que ustedes, en las mismas circunstancias, también hubieran dado la vuelta por el muelle para ver el barco, aunque seguramente, con un poco más de precaución.