martes, 3 de mayo de 2016

NO MENTIRAS

Una de las características del trabajo de los auditores, es pedir el soporte documental que respalda las transacciones del cliente. Para ello, se requiere visualizar los comprobantes, lo que implica solicitárselos a la empresa, y devolvérselos intactos tan pronto terminamos de revisarlos. Eventualmente, o no tanto, el retorno no se hace el mismo día, y los comprobantes pueden llegar a quedarse “durmiendo” en la oficina de los auditores, especialmente en los casos en que por la magnitud del trabajo y del cliente, se les asigna una sala independiente con llave, como para garantizar la confidencialidad y la independencia. Este, era uno de esos casos.

Me desempeñaba como gerente de auditoría, y estaba trabajando en mi oficina en la firma, cuando a eso de las 10 de la mañana recibo una llamada telefónica de parte del  Jefe de Contaduría de un cliente multinacional donde precisamente teníamos oficina propia. La voz del funcionario sonaba como muy enojada.

—¡Esto es inaceptable, Daniel! —me increpaba muy molesto.

—¿Qué pasa? —pregunté muy preocupado.

—Son las 10 de la mañana y tu gente no ha llegado todavía al trabajo, y nosotros necesitamos  urgente unos comprobantes que les prestamos hace como una semana. ¡Es una vergüenza!

—Ahhha, ahora me acuerdo —comenté falsamente mientras me preguntaba cómo iba a justificar lo injustificable —Carlos me había pedido permiso para hoy, ya que tenía que hacer unos trámites para su título universitario, claro, hoy no viene.

 —¿Y qué pasa con Marta que tampoco se dignó en aparecer por aquí?


—¿Marta? Eeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeehhhhhhhhhhhhheeeeeee —Claro, Marta me llamó para avisar que iba a llegar un poco más tarde porque no se qué problema había tenido en la casa.

—¡No me importa lo que pasó, pero necesitamos los comprobantes de inmediato! —Vamos a forzar la puerta, no tengo otra alternativa. Ni siquiera está el practicante, Alberto, creo que se llama.

—Seguramente tuvo que quedarse en cama, ayer lo escuché tremendamente congestionado y resfriado —inventé en el momento.

—¡No me importan los problemas que extrañamente todo tu personal tuvo al mismo tiempo, pero necesito las cosas ya! —Este llamado es solo para que estés al tanto de que estoy con el cerrajero, y que luego de forzar la cerradura externa, vamos a forzar cada uno de los cajones de sus escritorios, hasta encontrar (enfatizando) NUESTROS documentos —me increpó ya casi fuera de sí mismo.

—¡Pero, no te enloquezcas! Cómo vas a romper todo. Marta, seguro llega en un ratito, y si no llega, me tomo personalmente un taxi y voy con mis llaves para allí.

—¡No puedo depender de eso, vamos a destruir las cerraduras, ya!

—¡Aguant{a un minuto, salgo ya mismo, cuelgo y salgo para ahí!

—No va a hacer falta. Escucha ésto:

—¡Que la inocencia te valga, Daniel! – me dicen en coro, muy divertidos Carlos, Marta y Alberto, quienes estaban escuchando toda la conversación, y la disfrutaban junto con el Jefe de Contaduría, en ese 28 de diciembre, Día de los Inocentes……

Reí, como si me hiciera gracia, con la risa más falsa que emergió alguna vez de mi boca, mientras imaginaba como estrangulaba tiernamente  a Carlos, Marta y Alberto y a su vez iniciaba el planeamiento de mi venganza del próximo 28D.