lunes, 28 de septiembre de 2015

EL PASADO DEL FUTURO – CAPITULO IV


¡ALTO! Si usted no ha leído los CAPITULOS I, II y III de  EL PASADO DEL FUTURO, le sugiero que detenga inmediatamente la lectura del presente CAPITULO IV y no siga adelante. En la parte derecha del Blog aparecen las entradas anteriores, busque los capítulos que no leyó, léalos y vuelva para aquí una vez terminado. Caso contrario, no entenderá lo que está sucediendo. Y si los lee, puede ser que tampoco. Aproveche para ver las anécdotas del blog que todavía no leyó.
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Muy bien. Si usted está aquí, es que ya leyó previamente los CAPITULOS I, II y III, y sabe de qué se trata todo esto, y si no lo hizo, ahora es su problema. 

Pese al tiempo transcurrido, recuerdo que.…………………….……………….. luego del involuntario congelamiento durante un inventario presencial de pescado congelado, para mi sorpresa, desperté luego de 30 años en el año 2012. Estuve internado un tiempo, y ahora ya recuperado, me iba a dirigir a mi antiguo trabajo, gracias al generoso ofrecimiento de mi empleador de 30 años atrás, el estudio de Lionel Devengado,  Devengados y Asociados. 

Me había propuesto ocultar completamente mi condición de “viajero del tiempo”, para evitar ser un “fenómeno de circo”. Solo quería vivir una vida normal y pasar desapercibido, volver a ser auditor como antes, me parecía la mejor manera de reinsertarme. Allá vamos.

Luego de algunos inconvenientes con mi viaje en taxi, llegué finalmente a las oficinas del estudio. Allí conocí a Máximo Tilde, quién fue designado como mi asistente para la primera asignación.

-          Hola Máximo, o Maxi, para ahorrar tiempo, un gusto conocerte.

-          Igualmente, Daniel. ¡Bienvenido a la oficina!

-     No hay tiempo que perder, Maxi. Por favor asegurémonos de llevar todo lo que necesitamos. Ante todo, suficiente cantidad de siete y de catorce, tapas y contratapas, ganchos largos para armar los legajos, lápices HB, lápiz rojo para los tildes y las referencias, gomas,  sacapuntas y todo lo que ya sabés.

-         ¿Siete y catorce?

-         Si. Bastantes papeles de siete columnas y de catorce columnas.

-       ¿Perdón, pero qué son esos papeles?  ¿Y para quisiéramos llevarlos al trabajo?

     (Qué poca capacitación y experiencia tiene éste ayudante, pensé para mis adentros).

-    ¿Cómo, qué son esos papeles? ¿Dónde pensas dejar constancia de todo el trabajo de auditoria? La evidencia de auditoria. ¿Dónde vas a escribir las pruebas? Como vas a armar las planillas llave? ¿Y las planillas de detalle? Y el trabajo realizado? Y las conclusiones? ¿Y las notas de control interno? ¿Y los puntos de atención para el socio y el gerente? ¿Te das cuenta que un auditor no es nada, no existe, si es que no tiene sus hojas de 7 y de 14 columnas? Nada, Maxi, nada.

 Maxi me miraba inmóvil, sin saber que responderme, como si hubiera yo estado hablando de física nuclear y partículas bidireccionales ordenadas acimutalmente. Tiempo después supe que Lionel Devengado le había contado muy confidencialmente mi secreto. Caso contrario, hubiera pensado que yo estaba loco.

-           Bueno, Daniel, en realidad intentaríamos hacer el trabajo utilizando las netbooks.

-          ¿Las qué?

-       Las netbooks, las computadoras.

-    ¿Computadoras? ¿Pero, por casualidad te parece que el cliente nos va a prestar sus computadoras para que entremos a su centro de cómputos y procesemos nuestros propios programas?

-       Me refiero, Daniel, a que llevaríamos cada uno, nuestras propias computadoras. –comentó Maxi con mucha paciencia.

-      ¿Nuestras computadoras?  ¿Y cómo vamos al cliente, con un camión de mudanzas?

-        No va a ser necesario. Son éstas -dijo mostrándome unas muy pequeñas valijitas, que se parecían a una cartuchera para guardar los lápices negros, rojos, sacapuntas y borradores.

       Y ésta es la tuya –mientras me acercaba una de esas valijitas.

-     ¿Pero, me estás embromando Maxi? Soy el encargado. Cómo va a entrar una computadora con un disco fijo de 200Kbytes en ese tamaño?


-           Bueno, en realidad tiene disco fijo de 90 Gigabytes ampliable, y entran todos allí adentro – decía mientras abría el cierre y me mostraba el mágico aparatito o netbook

-           ¿Y hay que programarla con COBOL, BASIC, o directamente FORTRAN?

    No. Todas trabajan con el Office, usamos básicamente el Excel y el Word. –comentó paciente Maxi, que conocía el motivo de esas preguntas ridículas.

-   También  te entrego  el teléfono celular, para que puedas estar comunicado en todo momento. –dijo mientras me entregaba un aparatito que cabía en la palma de mi mano, algo parecido al zapatófono del Superagente 86, pero más modernoso. -Esto es como los otros teléfonos, pero sin cables. –acotó como forma de tranquilizarme.

-         Y yo que todavía no terminé de pagar a ENTEL las cuotas del plan Megatel. –acoté fuera de lugar.

-    Sin cables. –así podes comunicarte directamente con todo el grupo de trabajo por WhatsApp, Facebook, Twitter, Instagram, Skype o Tinder. Y obviamente por Messenger o utilizando el número de celular, o por tu interno de nuestra red VPN. Y por supuesto, nos podemos enviar mails con mensajes o documentos que quieras intercambiar directamente, y que son residentes en la nube. ¿Se entiende? Cuando necesitas el file, lo bajas de la nube, así sos más eficiente con tu espacio en disco.


-        Ahaaaa… el que estaba en la nube directamente era yo.

Parece que la reinserción me va a demorar un poco más de lo planeado


    CONTINUARÁ……..

domingo, 13 de septiembre de 2015

DESCONOCIDA CONOCIDA

Por razones de trabajo, debía tomar un vuelo a Corrientes.  Acostumbro, me gusta, intento, llegar temprano a los aeropuertos. El vuelo salía a horario, pese a que el clima no era muy prometedor. Embarqué entre los primeros pasajeros. Tenía un asiento de pasillo. El asiento contiguo al mío ya estaba ocupado. Era una muy atractiva mujer, de unos cuarenta años, bello rostro y un cuerpo que no se quedaba atrás. Nos saludamos formalmente y me senté a su lado.

Comenzaron a subir otros pasajeros. Estábamos aproximadamente en la fila 10. Los dos primeros pasajeros la vieron, esbozaron una sonrisa y la saludaron. Mi compañera de asiento los saludó amablemente. Los siguientes pasajeros que abordaron, al verla la saludaron tímidamente, como quién saluda a un artista o deportista conocido. La miré disimuladamente, y no pude reconocerla. La señora mayor que subió a continuación, la saludó efusivamente, cruzó su cuerpo por sobre mí y le estampó un beso en la mejilla que mi compañera agradeció. Obviamente, se trataba de alguien muy conocida. ¡Pero yo no tenía le menor idea de quién era! La miré de reojo un par de veces y…..nada. Los pasajeros seguían subiendo, y alrededor de un 80, 82% de los que pasaban, la saludaban respetuosamente. Estaba  muy tenso, era como viajar con la versión femenina de Messi, y no darse cuenta. La observé con menos disimulo para tratar de captar algún rasgo que me permitiera inferir de quién se trataba y……….nada. Jamás había visto a esa mujer en toda mi vida. Todo el avión sabía perfectamente de quién se trataba la pasajera sentada a ocho centímetros a mi derecha, menos yo. Hubo otros saludos respetuosos, cordialmente respondidos por la desconocida conocida.

Una vez que todos los pasajeros se acomodaron, las azafatas hicieron su clásica coreografía indicando la ubicación de las salidas de emergencia, nos preparábamos para el despegue,  la miré directamente, como “scanneando” cada detalle de su rostro y tratando de ubicar algún indicio, algo, aunque fuera ínfimo, para poder decir ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaahh, era tal o cuál! ¿Cómo no me di cuenta antes? Fue en vano. La encaré directamente y se lo consulté.

-    - Discúlpeme, pero veo que prácticamente todos los pasajeros del avión la conocen y saludan.  Indudablemente debe ser una figura pública y yo debiera también saberlo, y me avergüenza y lamento no conocerla. Si no es indiscreción, podría decirme quién es Usted.

-        -  No tiene nada que disculparse. Lo que sucede es que yo fui Miss Corrientes hace unos años, y conduzco un programa de TV local, por lo que los correntinos por lo general me conocen.  No había forma que Usted lo supiera.

-         -  Bueno, gracias, realmente me quita un peso de encima. Un gusto conocerla.

Despegamos, y los primeros  15 minutos de vuelo fueron tranquilos. Repentinamente, el avión entró en un pozo de aire. Miss Corrientes, al mismo tiempo que lanzaba un grito espeluznante, me pellizcó con ambas manos en mi brazo, dejándome todos sus dedos marcados.

-         - ¡Disculpe, por favor! Es que me asusté tanto. Le pido perdón.

-    - No tiene por qué hacerlo. Tranquilícese, ve que ya estamos volando sin problemas.

Terminé de decir eso, cuando el avión volvió a entrar en un pozo. Otro grito y esa vez fueron pellizcones en mi muslo.

-       -  ¡Qué desastre! Esto me tiene muy asustada. Le suplico me perdone. No sé lo que va a pensar de mí.

-      -  No pienso nada. Simplemente cálmese. Son movimientos pasajeros. Es una zona especialmente turbulenta, y en un ratito la pasaremos.


No fue un ratito. El avión se siguió moviendo como una coctelera y Miss Corrientes seguía pegando gritos y pellizcándome sobre la piel ya amoratada de mis brazos y muslos, y yo tratando, inútilmente, en defensa propia, de calmarla. La tortura continuó hasta unos minutos antes de aterrizar. Antes de descender, volvió a disculparse.  Nos saludamos y cada uno partió a su destino.

Tenía la esperanza que, la misma casualidad que me la puso a la Miss en el asiento contiguo, volviera a repetirse en el vuelo de vuelta, como para seguir, o iniciar, una conversación más pacífica. No estaba ella.  Los que si estaban, eran algunos pasajeros correntinos con los que habíamos coincidido en el viaje de ida. Percibí que varios de ellos me miraban, le decían algo susurrando a sus acompañantes, y largaban una carcajada, no muy disimulada.

Los moretones se quedaron por unos meses, pero con el tiempo ya casi, casi, ni se notan.