martes, 31 de diciembre de 2019

IMPUESTOS, SON LOS IMPUESTOS


En estos días en que en Argentina conocemos los nuevos impuestos a los que estaremos sujetos, un breve repaso a algunos impuestos creativos aplicados por los gobernantes de turno. No hay nada nuevo bajo el sol. ¡O sí? Extraído de un artículo publicado en internet en Iprofesional en 2016.

Bajo tierra en Roma
"Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios", dijo Jesús a sus seguidores, según cuenta la Biblia. Sin embargo, algunos de los ciudadanos más acaudalados del Imperio Romano  decidieron que era mejor idea enterrar su dinero, sus joyas y los exclusivos muebles que pagar sus cuotas al César. Así, para poder recuperar después sus tesoros, era crucial recordar en qué punto los sepultaban. Pero no todos tuvieron la suficiente memoria, si se tiene presente el reciente descubrimiento de 70.000 monedas de la Edad de Hierro halladas en Jersey, una isla de 100.000 habitantes que depende de la corona británica y a la que se considera uno de los paraísos fiscales más antiguos.

Por los pelos en Rusia
Se cree que la gran aversión de Pedro I de Rusia hacia el vello facial, lo inspiró para que proclamara el impuesto a la barba en 1698. Durante siglos los hombres rusos lucieron largas barbas, pero el joven zar pensaba que ir bien afeitado y pulcro daba un aspecto más occidental y moderno.
A aquellos que desembolsaban los 100 rublos anuales correspondientes al impuesto de la barba recibían una medalla. En ella habían grabado: "La barba es una carga inútil". Pero era fácil dejar de pagar el impuesto: solo había que afeitarse.

Además del de la barba, hubo otros impuestos relacionados con el aspecto.

El Parlamento Británico puso en vigor una tasa aplicada a los sombreros en 1784. La evasión estaba penada con la muerte. Los fabricantes tenían que adquirir una licencia para hacer y vender sombreros, y 12 años después el Gobierno dispuso el impuesto sobre pelucas, lo que hizo que estos accesorios pasaran de moda.
Desesperado por reunir dinero para financiar la guerra contra Francia, el primer ministro británico William Pitt (desconocemos si era pariente de Brad) implementó nuevos impuestos, incluidos el aplicado al jabón, a los perros, a las velas, a los relojes de pared, a la seda y a las empleadas domésticas.

Ventanas "fantasma"
Los ricos tienen casas más grandes y, por lo tanto, más ventanas. Esa era la teoría detrás del impuesto a las ventanas de 1696 en Inglaterra.
Así, el recaudador de impuestos no tenía más que contar las ventanas para llevar a cabo su trabajo. Pero no siempre le era tan fácil. 

Quienes se negaban a pagar tal impuesto empezaron a tapiar sus ventanas. Incluso se convirtió en moda, señala John Whiting del Instituto Colegiado de Impuestos de Reino Unido. Todavía hoy quedan algunas cerradas con ladrillos.

Ladrillos extragrandes y fachadas ultraestrechas
No solo con el caso de las ventanas, los impuestos también han influido en el diseño de las casas de otra manera.
En la Gran Bretaña del siglo XVIII también se aplicaba una tasa al ladrillo en base a la cantidad utilizada para construir. Obviamente, los constructores empezaron a utilizarlos cada vez más grandes. Ante eso, el gobierno tuvo que imponer un tamaño máximo para los ladrillos.
Y es esa misma lógica la que está detrás de las estrechas casas de Nueva Orleans, EE.UU., conocidas como "shotgun houses" (casas escopeta).
El impuesto era proporcional a la anchura de la fachada, por lo que la de éstas no mide más de 3,5 metros.

Un impuesto incendiario
Basado en la premisa de que en una casa es más fácil contar el número de chimeneas que el número de personas que la habitan, en 1662 se aplicó en Inglaterra y Galés un impuesto a las chimeneas.
Con tal de no tener que pagar, algunas personas decidieron bloquear sus chimeneas o derribarlas, una fórmula de evasión fiscal que resultó un tanto riesgosa pues se cree que fue la causa de muchos incendios.

El impopular impuesto pasó por un momento difícil cuando la recién establecida Oficina de Chimeneas se quemó durante el Gran Incendio de Londres.

El peligro de jugar con los impuestos
En el siglo XVII, el rey Jacobo I de Inglaterra decidió imponer un impuesto al juego de cartas, el cual era considerado como un factor que impulsaba comportamientos indeseados al alentar la afición por los juegos de azar.
Un sello oficial impreso en el as de picas se convirtió entonces en la prueba de que el impuesto había sido pagado.
Ante esto, el fabricante de naipes John Blacklin tuvo la ocurrencia de omitir el as de picas del paquete de barajas para evitar pagar el impuesto y vender esa carta aparte.
Lamentablemente para él, su estratagema no fue bien apreciada por el jurado que se encargó de juzgarle por su ocurrencia y en 1805 fue condenado a muerte.
Un castigo ejemplar, para mostrarle a la población que con los impuestos no se juega. Nada ha cambiado.

El impuesto a las galletas de chocolate
Desde el punto de vista de la legislación actual en Reino Unido, las galletas y las tortas son productos básicos y no son sometidos a ningún impuesto. 

Sin embargo, las galletas cubiertas con chocolate son consideradas como un lujo, por lo que deben pagar la tasa máxima del tributo a las ventas. Lo mismo ocurre con las galletas de jengibre en figura de muñeco, sobre las que no se aplica ningún impuesto a las ventas si la figura tiene dos puntos de chocolate en el lugar de sus ojos. No obstante, cualquier añadido extra como botones o un cinturón, obligan al pago del impuesto, por lo que resulta más económico comprar muñequitos de jengibre sin chocolate.
¡Muy feliz 2020!