La inflación no es un tema nuevo en Argentina, ni en otros países vecinos.
Así fue que, en tiempos que aún no estaba masificado el uso de hojas de cálculo
electrónicas (Multiplan, QuattroPro, Lotus 1-2-3, Excel, etc.), un socio de la
firma construyó una planilla para el cálculo de los estados contables ajustados
por inflación, conforme a las normas técnicas. Todavía no había nada igual en
el mercado. Fui capacitado en su uso, de forma de ayudar en las demostraciones
que hacíamos para la venta del producto.
La gente de nuestra oficina de Uruguay, donde también les aquejaba la
inflación y se requería el ajuste contable, consideró que una presentación del
innovador producto podría ser una excelente forma de atraer nuevos clientes
para la firma. Por ello, organizó una visita mía a Montevideo con unas dos
semanas de anticipación invitando a los Gerentes Generales y Controllers de
varias empresas que eran sus targets desde hacía varios años.
Dos días antes del viaje me “pesqué” una gripe atroz con alta fiebre y un
estado general desastroso. Hubo que llamar a cada uno de los directivos para
disculparse y arreglar una nueva fecha. No fue una buena decisión. Algo sucedió
con un vencimiento inesperado que las autoridades habían requerido y todo el
mundo debía dedicarse a eso, por lo que hubo varias deserciones y se optó por
llamar al resto y pasarlo para otra fecha, la definitiva. Se programaron dos
presentaciones mías. Una a las 8y30 y la otra a las 14hs. Saqué pasaje como
para llegar a las 20hs de la noche anterior, cenar e ir a descansar temprano de
forma de estar “diez puntos” para el día siguiente.
El vuelo venía completo. El día estaba muy muy nublado, más que nublado, el
cielo estaba totalmente negro, el viento
y los relámpagos anunciaban lo que estaba por venir. Despegamos, y lo que
estaba por venir, vino. El avión se agitaba y movía frenéticamente. Algo así como el movimiento del relato
publicado en el blog en septiembre de 2015 “Desconocida conocida”, que les
recomiendo leer si no lo hicieron antes. Por las ventanillas solo se veían las
escalofriantes nubes y el relampagueo. El capitán no hablaba mientras pasaban
los minutos y no se escuchaba el ansiado mensaje de que estuviéramos por
aterrizar en Montevideo. Transcurrieron más de dos horas hasta que la anhelada
voz del capitán resonó en una cabina que estaba muda. Comentó que debido al mal
tiempo (ya nos habíamos dado cuenta de ello…), había intentado diversas rutas
tratando de desviarse de la tormenta, pero que no lo había logrado, por lo que
emprendía la vuelta a Buenos Aires, para reabastecerse y volver a intentarlo
por otra ruta.
Allí fue que escuché el siguiente diálogo entre un pasajero y la
azafata, que es toda una lección de pensamiento racional.
— Perdón, señorita. Como el vuelo se ha prolongado tanto,
van a servir una cena?
— No señor. Como el vuelo estaba programado solo para 35
minutos, no traemos ninguna comida a bordo.
— Espero que la aerolínea no considere lo mismo para todo,
ya que si solo tenemos combustible para media hora, porque el vuelo estaba
programado solo para 35 minutos, mejor avisarle al capitán que llevamos acá
arriba más de dos horas…
El avión aterrizó finalmente en Buenos Aires. Nos quedamos abordo mientras reabastecían.
Hubo algunos pasajeros que se bajaron y seguramente dijeron “Mañana será otro
día”. Yo no podía fallarles a los uruguayos, la charla era a primera hora de la
mañana y ya se había suspendido demasiado. Me quedé. Algunas demoras más,
supongo que esperando que milagrosamente se abriera una brecha en la negrura y
tengamos un camino despejado. No sucedió, pero partimos igual con los restantes
pasajeros que quedamos.
Mientras tanto, en Montevideo, el socio de la firma uruguaya que había
organizado todo estaba lógicamente desesperado. Mi vuelo no había llegado, ya
era más de medianoche y no había posibilidad de suspender antes que los
directivos de los potenciales clientes llegaran y se encuentren con que no
tendrían su charla. Poco serio. Esos clientes “target” estarían tan enojados
que necesitarían otros 20 años para que una nueva generación de directivos tome
el mando para que se olviden de ese incidente. Se fue a dormir sin saber si el
desastre se consumaría.
El nuevo vuelo llegó a Montevideo a eso de la 1 y 30 de la madrugada. Fui a dormir sin cenar.
Al día siguiente fui temprano a la oficina. El socio uruguayo me vio llegar
como a un resucitado Lázaro. Las dos presentaciones se hicieron sin problemas y
luego supe que se vendieron algunos ejemplares del software y se generaron los
contactos para aspirar a futuras relaciones profesionales. Volví a casa con la
sensación del deber cumplido.
La venta del software fue declinando con el tiempo. No estoy seguro si fue
porque se acabó la inflación, o por la difusión generalizada
del Excel.