lunes, 31 de agosto de 2015

DIAS DE IRA o DULCE VENGANZA


No me la contaron. La viví.
Eran otras épocas. Imagínense que un equipo de trabajo de auditoria para una visita interina, como en el presente caso, se componía de un encargado, dos asistentes semi-senior y un par de asistentes juniors. En esos tiempos, la Ruta Panamericana solo llegaba como autopista solo hasta unas decenas de Km de Buenos Aires y por lo tanto, llegar a localidades como Campana (unos 80 kilómetros) era toda una aventura.  No teníamos teléfonos celulares (no existían), ni computadoras personales.
La cuestión es que teníamos que hacer nuestro trabajo en una fábrica ubicada en  Campana y en condiciones normales, eso implicaba un viaje de más de dos o tres horas desde el centro de Buenos Aires.  Debido a ello, y dado que la empresa contaba con un hotel donde nos daban alojamiento, teníamos un régimen especial: viajábamos los días lunes hasta Campana, nos alojábamos en el hotel y volvíamos recién los viernes al mediodía a Buenos Aires. Así, nos librábamos del cansador viaje diario de ida y vuelta y la convivencia afianzaba la relación entre los miembros del equipo. O tal vez, y como veremos a continuación, no tanto.
Uno de los integrantes, que ya era asistente semi-senior (o simplemente “semi”) estaba un tanto molesto con otro de los miembros que aún no había logrado el ascenso de categoría, básicamente por algunas actitudes de este último frente a empleados del cliente. 
Este junior era muy extrovertido, fanfarrón, pícaro, hablador, fabulador  y de buena estampa. Condiciones todas para que este proyecto de Isidoro Cañones se llevara muy bien con todas las chicas de la administración, a las que no paraba de galantear y hacerlas reír.
 Una de las formas elegidas para “caerles bien” a las damas, era exagerar su propio status en el equipo. Y para eso, no paraba de hacerle bromas al “semi” frente a las muchachas. Por ejemplo, hacerle un tour por las oficinas de la empresa presentándolo como un nuevo colaborador que necesitaba ser guiado y ayudado; preguntarle frente a un par de empleadas si ya había completado las tareas que él le había solicitado realizase  La acumulación de bromas y humillaciones del junior hacia el semi, se iba incrementando. Pronto llegaría la gota de agua (muchas gotas juntas, en realidad) que rebasó el vaso de su paciencia. Fue en esa tarde en la que frente a todo el personal femenino de la administración, les comentó que tenía que supervisar al semi con mucha frecuencia porque el “pibe” era nuevo en la función, además de lento para entender  y había cosas básicas que aún no sabía hacer bien. El rostro colorado del semi, las venas y arterias marcadas por reventar, mientras contenía su ira, lo decía todo.
Suficiente, es suficiente.


Durante la madrugada, entré sueños escuché un sonido tipo “Splash”, un grito de sorpresa/espanto de mi compañero y  me pareció ver un fogonazo en medio de la oscuridad. Alguien, o algo, había entrado a nuestro cuarto. Dormíamos en habitaciones dobles y compartía la mía con el junior. Yo estaba agotado y tenía mucho sueño,  por lo que me di vuelta y seguí durmiendo.   A la mañana siguiente, cuando bajé de la cama, metí mis pies descalzos en un gran charco de agua, mi compañero de habitación no estaba en el cuarto, su cama estaba visiblemente empapada, y un gran balde plástico vacío yacía tirado en el suelo.
Cuando bajé a desayunar, el conserje me preguntó con suma curiosidad  “¿Qué pasó? ¿Hubo algún problema en su habitación? Digo…porque su compañero apareció empapado a la mitad de la noche para pedirme que lo ubicase en otra habitación”.  “No tengo la menor idea” le dije, “sólo vi que el muchacho no estaba y que había abundante agua en la cama y en el suelo”.
Desayunamos todos juntos, incluyendo al semi y al junior. Se habló de las noticias deportivas, algo de novedades políticas, algunos temas prioritarios del trabajo para ese día, una nueva pasajera del hotel que estaba muy buena, y nada más. Del incidente, ni una sola palabra, ni esa mañana, ni en los años siguientes. ¿Castigo Divino? ¿Venganza?. Puedo atestiguar que las bromas del junior hacia el semi, acabaron abruptamente a partir de esa noche. Creo incluso que terminaron como buenos amigos. Pero, antes de que eso sucediera, circularon por el cliente y en el estudio, numerosas fotocopias de una foto en blanco y negro tomada con flash del momento del agitado y abrupto despertar del junior. Todavía no se había inventado el Facebook.


Contribuyó gentilmente con la anécdota laboral:  Norberto Benito.

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