miércoles, 17 de junio de 2015

ATRAPADO SIN SALIDA


Las oficinas de nuestro estudio estaban siendo completamente remodeladas por lo que, temporariamente, nos mudaron a un antiguo edificio de diez pisos.
Un viernes por la noche, me quedé trabajando solo hasta muy tarde. Necesitaba avanzar con  varias asignaciones, y quería irme al fin de semana con la mayor parte de las tareas cumplidas. Concluí cerca de la medianoche. Apagué todas las luces, y cerré la oficina. El retumbar de mis pasos era el  único e inquietante sonido audible en todo el piso en penumbras. Me dirigí en la oscuridad hacia el ascensor. Era de un modelo muy antiguo, con puertas externas, internas y laterales enrejadas, donde uno puede desde adentro, ver lo que pasa en cada piso, a medida que sube o baja, y viceversa. No son los que dan mucha confianza, pero estaba en el piso 8vo, y la mejor y lógica opción, era hacerlo en ascensor.

Apreté el botón de planta baja, deseoso ya de irme a casa y salir del edificio desierto,  y por cierto, un poco tenebroso a esa hora y en esas circunstancias. El ascensor fue descendiendo, dejando ver (es una forma de decir), que todos los pisos estaban ya desalojados y en plena oscuridad. Era el único habitante que quedaba. Llegué a planta baja, y para mi sorpresa, el ascensor tocó el piso, y “rebotó”, volviendo a subir hasta el piso 10mo, donde tocó el tope y volvió a “rebotar” descendiendo hacia la planta baja, donde una vez más siguió el ciclo de rebotes. Comencé a tocar los botones de todos los pisos, con la esperanza de que se detuviera en alguno, pero el ascensor seguía su recorrido planeado de llegar hasta el piso 10, y rebotar, llegar a la planta baja y rebotar. El elevador parecía estar endemoniado, o algo así, pero lo que estaba claro era que seguiría con su recorrido de ida y vuelta en forma indefinida.

Me puse a gritar pidiendo auxilio pero, no había en el edificio alguien que pudiera escuchar mis gritos. Seguía viajando de planta baja al 10mo y del 10mo a planta baja. Ahí me di cuenta de que era viernes a la noche, y que probablemente me iba a quedar atrapado, subiendo y bajando infinitamente esos 10 pisos, hasta el lunes a la mañana cuando la gente vuelva al trabajo y puedan ayudarme. Sin comida ni bebida. Ni baño. ¡Tenía que aguantar 60 horas más de éste sube y baja! En un edificio totalmente a oscuras, y yo solito ahí dentro, secuestrado por el ascensor. Aquí no había guardia, ni ningún otro ser humano que me rescate.  Aclaro que en esos tiempos, no se disponía aún de celulares al alcance de todos, con lo cual amigo lector, esa no era una opción.

A la inquietud, le siguió el pánico y luego el terror. Estaba muy nervioso y muy asustado. Sentía que algo desconocido y vivo que habitaba algún rincón oscuro del edificio me había atrapado y no me quería largar.
Luego de varios minutos de rebotar, y de tratar en cada piso de abrir forzadamente la puerta, logré que la misma se abriera un poquito entre dos pisos, lo que hizo que se detuviera. Hice fuerza hasta que pude abrir la puerta de reja lo suficiente  para poder salir. Preferí tomar el riesgo de que el ascensor volviera a funcionar mientras yo bajaba entre dos pisos, y me “guillotinara” al medio, antes de la perspectiva de volver a quedarme atrapado y rebotando hasta el lunes.
Bajé en la oscuridad, y todavía agitado, por no decir temblando, esta vez por las escaleras hasta la planta baja. Afortunadamente, contaba con la llave de la puerta de calle.

Afuera, la noche estrellada me pareció más hermosa que nunca

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